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miércoles, 18 de enero de 2012

LAS ANÉCDOTAS DE JOSÉ CARLOS. DE NIÑOS ENGAÑAMOS AL PATRULLERO. ¡QUÉ RECUERDOS!

Los peloteros callejeros del
Porvenir.
Éramos nilños todavía y jugábamos a la pelota en la nueva urbanización San Antonio de Miraflores. Pistas nuevas y muy bien construídas, lindos chalets y pocos habitantes. Los surquillanos, grandes y chicos, nos dábamos el gusto de invadir esas propiedades ajenas y sólo con el afán de organizar campeonatos y el aspirar a una Copa como trofeo. Ernesto Morales, jugador profesional de la dinastía de "los chicha", mostraba sus habilidades allí. Como él, muchos otras estrella del fútbol de antaño, entrenaban con nosotros.

Aquel parque era conocido como "la redonda". De noche, ya jovencitos, ideal para sacar plancito a las chicas que también sentían deseos de probar el romance. "Si esos pastos conversaran", como reza una canción de Gardel, cuantas cosas nos dirían. Pero esto que comento no es el tema de "Servaneando" en esta ocasión. Estoy sólo señalando el lugar por donde nuestra infancia y juventud supo de aventuras inimaginables. Todo se origina debido a la aparición de los primeros patrulleros policiales.
    En efecto, a  una cuadra de este parque y muy próxima a Surquillo, existía una pista amplia y que se debía a la formación de cuatro esquinas en esa urbanización. Bien iluminada y poco tráfico de vehículos. Luego de asistir al colegio, nos dábamos cita en ese lugar para jugar lo que en el futuro sería el "fulbito". Hasta Miguel Loayza, el astro del fútbol de Surquillo y de nuestra selección de años pasados, supo mostrar su maestría entre nosotros. Fueron llegando los propietarios y empezaron las quejas y con razón.

    El famoso "patuto".
    Sucedió que nos enfrentábamos dos equipos de muchachitos que no llegábamos a los 15 años. Todos en buen estado físico y acostumbrados a fugar en cuanto aparecía un patrullero. Esta vez, la policía había trazado un plan y el ataque fue por tres lados. No había escapatoria y sólo nos quedaba trepar paredes y desaparecer. Pero, no estaba sólo este "servancito". Ese día nos acompañaba César, mi hermano menor y sin todavía la habilidad de fugar. En menos de fracción de segundos, se unos iluminó el cerebro.
      Ya estábamos perdidos y sufríamos al ver que muchos de nuestros amigos era pendidos por la policía. En esa desesperación de hacernos invisibles, se nos ocurrió invadir una construcción y guiñarle el ojo al maestro de la misma para que nos dejara "cargar ladrillos". Estábamos sudorosos y eso contribuía a caracterizarnos como "peoncitos" y a los que la policía no tomaba en cuenta. Todavía ni se pensaba en los Derechos del Niño. La verdad es que "pasamos piola" o el policía, de pronto criollo, se hizo el loco.
        Fue realmente una feliz aventura. Lo peor de todo se nos hubiera presentado si nos capturaban. El Jefe policial o Comisario de ese entonces en Miraflores, era nuestro padre el Teniente Angel Serván. Más recto y nada afecto a celebrar "palomilladas" de sus hijos. De pronto no nos hubieran encerrado, pero nos hubiera esperado una paliza en casa como se estilaba por aquellos tiempos. Cosas de sana juventud y de la que comento con orgullo, porque cuidábamos nuestra moral y las buenas costumbres. Gracias.

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